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Kim y Jorgito (Parte 1)
[A]
Kim y Jorgito (Parte 1)
Anónimo

/#/ 7736 []

Hola, yo siempre he sido bien morboso, desde chamaco ya leía el libro vaquero y veía revistas porno con mis amigos, por lo que desde chiquillo siempre tenía fantasías de cogerme a mis maestras o vecinas adultas. Esa calentura persiste hasta el día de hoy, dando origen a relatos que escribó en el calor del momento cuando me prendo. Este es uno de ellos.

Cabe aclarar que, aunque mis fetiches y fantasías que tenía desde que era niño se reflejen aquí, las situaciones y personajes son totalmente ficticios, nada de esto pasó y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Esta es una de mis historias.

Damián era un desastre. Era el típico niño güero mamoncito que se cree superior a los demás por llevar cosas caras a la escuela. Medio carita sí estaba el wey y por eso las niñas siempre estaban detrás él, aunque las molestara. Ya tenia varios reportes por desorden en el aula, pero la gota que derramó el vaso fue cuando el intendente lo vio molestando a Jorgito detrás de los salones durante el recreo.

Jorgito no era mejor. Era el clásico niño prieto y moquiento de barrio que siempre iba con el uniforme sucio y le mendigaba un taco de huevo a la señora de la cooperativa. El típico chamaco jodido que no tiene ni donde caerse muerto; de ahí que Damián lo agarrara de su puerquito.
Kim, la mamá de Damián, asistió ese día a la salida por un llamado del director.

—Señora, no dejamos de recibir quejas de que su hijo molesta a sus compañeritos. No le dimos importancia porque así son los chamacos, ¿verdad? Pero hoy Damián golpeó a Jorge, uno de sus amiguitos y lo dejó todo lleno de tierra. ¡N’mbre si lo viera! Pero aquí lo importante es que si la mamá de ese niño viene a quejarse no nos quedará de otra más que expulsar a su hijo. Yo le recomiendo que vaya y hable con ella. Ya sabe uste’, arreglarse por afuera—le dijo el director a Kim.

Kim sabía que no podía darse el lujo de que expulsaran a su hijo. Damián ya estaba en sexto de primaria, y ya era mayo, solo faltaba un par de meses para que se graduara. El niño ya había perdido un año y su nuevo novio no le daría lana para inscribir al escuincle en otra escuela. El cabrón no se quería hacer cargo de una larva ajena: “ya mucha tenía con comprarle cosas para tener contenta a Kim y que esta le soltara el culo”, pensaba su nueva pareja. No le quedaba de otra más que ir a hablar con los padres de Jorge en unos días.

Ya eran las 2 de la tarde cuando Kim salió camino a la casa Jorge —ni loca iría más temprano, por nada del mundo se pierde su rutina del gym y la comida con sus amigas—, tomó un uber y le dio la dirección que el director de la escuela le había proporcionado. Cuando se bajó del auto se encontraba en una colonia de mala muerte. La calle ni pavimentada estaba, era pura terracería, y frente a ella se levantaba a una vieja casa, de esos tejabanes que parecen obra negra, tienen un techo de lámina todo jodido y cuentan con puro fierro viejo y basura en la entrada. “No mames, pinche cagadero del diablo”, pensó ella.

Kim tocó la reja de la casa, y después de unos segundos, salió un niño sosteniendo un teléfono celular que vestía solo boxers rotos y una vieja playera blanca toda percudida, ya con los sobacos todos amarillentos por el sudor, e iba con unas chanclas de esas que te encuentras por 20 pesos en el Soriana.

—Tú debes ser Jorgito, ¿verdad? ¿Puedo hablar con tu mami?—dijo Kim.

—Todavía no llega del trabajo—dijo el niño, mientras abría la reja con una llave y se limpiaba los mocos que le escurrían—pero puede esperar adentro si quiere—Jorgito apuntó hacia el interior de su casa.

>> Anónimo /#/ 7738 [X]
>>7736 (OP)
Referencia/Inspiración de Kim (para que se imaginen mejor el relato)
https://gofile.io/d/flXuuL

Cuando Kim entró se encontró con una habitación que funcionaba como sala y comedor, y alrededor había tres habitaciones: dos estaban cerradas y una que parecía ser la cocina no tenía puerta. El olor a meados y humedad era tan intenso que Kin no pudo evitar taparse la nariz con la palma de su mano; “no mames, qué asco”, pensó ella.

—Puede esperarla en el sillón, mi mamá ya no tarda en llegar—dijo Jorgito señalando un viejo y polvoriento sillón que se encontraba en medio de la habitación frente a un mueble con una tele y grasientos y viejos juguetes.

—Sí, gracias…—dijo ella mientras volteando a ver a Jorgito quien se encontraba detrás de ella cerrando la puerta. Notó que el niño no dejaba de verle el culo de reojo.

Kim acostumbraba a vestir ropa deportiva: tops, leggins (de esos que se meten entre las nalgas de las putas que lo usan para resaltar el culo), e impecables tenis blancos; en esta ocasión llevaba un hermoso conjunto deportivo verde ajustado que dejaba al descubierto parte de su espalda. A ella le gustaba vestir esa clase de prendas porque sabía lo que provocaba en los hombres. Le encantaba subir fotos y videos a Instagram con “rutinas para el gym”, aunque muy en el fondo sabía que lo hacía para llamar la atención de los pendejos que le daban follow por morbosos. Y Jorgito no era la excepción.

Cuando ella se sentó notó que el olor a meados aumentaba, por lo que se cruzó de piernas e irguió su espalda para tocar lo menos posible aquel apestoso mueble con su cuerpo.

—Yo me voy a sentar aquí a jugar juegos mientras llega mi mamá—exclamó el niño mientras se sentaba en el otro extremo del sillón con el celular en sus manos.

Después de unos minutos Kim escucho el “clic” típico que se escucha cuando tomas una foto, y al voltear hacia Jorgito vio como este ocultaba rápido su teléfono entre sus piernas. “Pinche chamaco jarioso, me está tomando fotos”, pensó.

—A ver, Jorgito, préstame tu teléfono—dijo mientras estiraba sus brazos hacia el niño.

—No, estaba jugando, no hice nada—chillo Jorgito mientras se hacía bolita.

—¡A ver, pinche chamaco cochino, ya vi que me estás tomando fotos, dame ese pinche celular!—gritó Kim mientras estrujaba al niño para quitarle el celular.

—¡Que yo no hice nada, no me pegue!—chillaba más fuerte el niño mientras lágrimas salían de sus ojos—¡Le voy a decir a mi mamá que me está pegando!—gritó.

—A ver, niño, yo no te estoy haciendo nada—dijo mientras seguía tratando de obtener el teléfono celular, cuando tocó algo pequeño y duro: era el pito de Jorgito. Ella rápidamente se levantó y se hizo para atrás.

“¡Que yo no hice nada, no me pegue! ¡Le voy a decir a mi mamá que me está pegando!”, se escuchó. Jorgito había grabado el momento, y mientras el sostenía el teléfono, Kim aún de pie y molesta miraba el vídeo. Sabía que si alguien más veía el vídeo no solo su hijo iba a estar jodido, sino también ella. Se abalanzó sobre el niño, pero él fue más rápido y corrió por la habitación, chocando contra los muebles mientras ella lo perseguirá, hasta que se escabulló a uno de los cuartos y se encerró. Kim trato de abrir la puerta, pero era inútil. Estaba cerrada por dentro.

—Ya, Jorgito, abre la puerta—dijo Kim con una voz suave para no espantar más al niño.

—¡No, y le voy a decir a mi mamá lo que me hizo cuando llegue!—dijo aun sollozando—¡Y ya escondí el celular y no lo vas a encontrar!

—Ya no llores, Jorgito. Vi que te gusté mucho, y si borras ese vídeo, te puedo hacer un favor—dijo Kim, sin pensar con claridad por la desesperación.

—¿D-de verdad?—dijo Jorgito con una voz más alegre mientras se escuchaba como se sorba los mocos.

—Sí, ven, miamor, aquí te espero en el sillón—dijo con una voz coqueta mientras se dirigía hacia el sofá.


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